Archivos Mensuales: abril 2009

El viaje (Secuencia #06)

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<He vuelto, que suerte tengo y tienes, tú también>.

Este post ha sido accidentado, tanto en el fondo como en la forma. Pensé que el viaje como proyecto se refería a mi aparente locura de recorrer 600 km en Vespa, pero no. La vida siempre tiene el maravilloso don de sorprenderte en cualquier momento.

Volví en la Vespa. Todo fue bien; me reventé la espalda y la muñeca y que creo que mis espermatozoides han perdido un poco de fuelle por el intenso flujo de aire fresco en los cojoncillos que generan los 15 caballos desbocados que me portaban; pero todo fue bien.

El primer día llegué hasta Sax, 12 horas galopando 85% del trayecto realizado, necesitaba descansar o me caía redondo. Así que cuando ví el castillo de Sax dije: Oé, el reposo del guerrero! y me paré a sobarla. Me alojé en un hotelito bajo las murallas llamado Fuente El Cura, muy moderno, aunque tras darme un merecido paseo nocturno por el pueblecito quijotesco, creo que hubiera sido más acertada una estética medieval que el minimalismo postmodernista, pero bueno, las camas eran cómodas, tenía Inverter y ducha calentita, así que me supo a gloria.

Durante el paseo me topé con un restaurante mágico, Gure Txoko, en pleno casco antiguo, al lado de una majestuosa iglesia románica, en la que los lugareños juraban que había rezado el Cid antes de una de sus batallitas. Era uno de esos sitios que si no estuvieran en una aldea de 7000 vecinos tendría estrellita Michelín. Este tenía un Tenedor y una tapas riquísimas tipo Adriá, todas caseras, hiperelaboradas y con los sabores del terruño de esta hermosa comarca. Me bebí media botella de tinto del Valdepeñas acompañado por una milhoja de berenjenas rellenas de queso de cabra con salsa de setas y un pepito de la casa con pimientos asados al horno de leña, espectacular, amazing, de superior para arriba. Paseé un rato más por las calles adoquinadas en busca de una lugareña hermosa y me volví al hotel a descansar mis extremidades.

Al día siguiente tenía pensado subir al castillo y sacar unas foticos desde lo alto pero amanecí con bruma, así que decidí continuar el viaje. Dos horicas y media más tarde ya estaba en Los Conejos brincando de placer, gozo y la típica frustración que genera completar un sueño, ya lo decía Nacho: <incluso los perros se ponen tristes después de eyacular>.

Bien, aquí es donde supuestamente termina El viaje, pero no es así. Ahora, con dos semanas de margen, creo que, en realidad, el viaje empezó allí.

Sentía que tenía que finiquitar Barna completamente para poder reubicarme en otro sitio, fuese el que fuese, y así, decidí volver en coche, desmantelar mi habitación y cerrar las puertas del pasado para incentivar las del presente. Bien, me rearmé de valor y cojones y me puse en marcha de nuevo, le pedí el coche a papá y me subí de nuevo a la ciudad condal.

Limpié, empaqueté, me busqué un copiloto y me recoloqué en la AP7, esta vez en el carril de bajada. Y aquí es donde aparece el azar para reivindicar que realidad este viaje que creía mío no es sino porción, migaja ínfima del plato del destino. A la altura de Castellón nos topamos con una piedra en medio del camino, un pedrolo del tamaño de un baúl en medio de la AP7. ¿Surrealista? Yo, bajándome del burro del Ego, lo denominaría más bien Hiperrealista: una piedra en medio del camino, ¿hay alguna metáfora menos sutil que ésta?

Reventé el moro, el cárter del motor y las conducciones del escape, hasta el triángulo de emergencia chorreaba aceite caliente…

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Nos encontrábamos en medio de la AP7, a las 7 de la tarde, un viento helado, tirados en la cuneta a 50 metros de una curva con cambio de rasante, con el coche cargado hasta los topes con todas las cosas que he ido acumulando durante mis 28 años de andadura por este planeta, con el motor partido en dos, goteando aceite y con dos líneas de batería en el móvil.

Nos recogió una grúa, se llevó el coche a Castellón y a nosotros nos bajaron en taxi hasta el aeropuerto de Valencia, donde la compañía de seguros nos facilitaba un coche de alquiler para continuar el viaje hasta Murcia.

Brutal. Habíamos sobrevivido un accidente de milagro y sin respirar siquiera ya estábamos de nuevo en la carretera circunvalando Alicante.

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Finalmente todo bien, llegamos sanos y salvos, salvo la duda evidente de la moraleja. Debía encontrarle un sentido a aquella piedra que en aquel momento, para mí, transcendió su condición de conglomerado fosilizado para erigirse en concepto, en dudas, en oportunidad para la autoexploración y misticismo.

Opine, es gratis!

Conferencia de Gloria María Tomás y Garrido,

profesora Titular de Bioética

de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM),

realizada el 31 de marzo del 2009.


Hay dos cosas que me asombran de esta conferencia:

1. Que alguien pueda defender públicamente semejante estupidez en pleno siglo XXI.

2. Que yo haya desayunado durante dos años los mismos bollos que esta señora y que no me haya quedado grogüi del todo.