Vale, vale… no os pongáis arrogantes. Sí, todavía hay cosas que no tengo tan claras como yo creía.
Un maestro de vida me dijo hace poco que nuestro mundo se rige por la mente y, en consecuencia, si la mente no se alinea a la vibración precisa, todo parece costar o ser difícil.
En resumidas cuentas, somos como imanes, atraemos las cosas en función de nuestra frecuencia iónica. No vale la pena quejarse diciendo: es que me pasa esto y lo otro cuando yo estoy proyectando aquello con todas mis fuerzas. Puedes proyectar cuentos chinos; mientras tú mismo no te conviertas en aquello que deseas no vas a dejar de atraer los estos y los otros de siempre.
Pongo un ejemplo y así dejo de hablar con jeroglíficos. Yo, ahora, deseo estabilidad, pero llevo toda mi vida luciendo con orgullo mi inestabilidad. Siempre he pregonado con alevosía mi aparente libertad al no estar atado ni casado con nada ni nadie. Me sentía pletórico al permanecer a un paso de cualquier decisión trascendental, al mantener todas las posibilidades abiertas. De hecho, me compadecía de la gente que ya había cometido la temeridad de decidir algo sobre su vida. Si alguien se echaba novia pensaba, pero tío, si hay millones de zagalas más entre las que podrías encontrar algo mejor, seguro que hay algo mejor, yo seguiré buscando, te demostraré que tenía razón. Si alguien se compraba una casa pensaba, pero tío, si hay millones de ciudades más donde podrías vivir y aún optando por Murcia, hay millones de casas que podrían ser más adecuadas y millones de cosas que podrías haberte comprado con lo que te ha costado esa casa; además, ya te has obligado a ti mismo a depender de un salario para 30 años de tu vida… ¿y si mañana conoces a la que realmente es la mujer de tu vida y te propone irte con ella a vivir a Isla Margarita?
Total: creía que elegir era ir -poco a poco- mermando tus posibilidades, creía que elegir era ir -paso a paso- cerrándote puertas.
Venga, que venga el psicólogo de turno y balbucee el diagnóstico: miedo al compromiso, miedo a equivocarse, miedo a ganar. ¡Miedo a ganar! Al fin y al cabo, si gano mi teoría se va al traste y me quedo sin argumentos.
Bueno, que me voy por las ramas (como siempre). Ahora, tras 8 meses de reflexión profunda y tras 8 meses en los que me he aplicado concienzudamente a cumplir con mi teoría y no he tomado ninguna decisión sobre nada… o expresándolo mejor: tras 8 meses en los que me he ofuscado en vivir de la nada y optar por la nada como decisión… me he dado cuenta de que mi vida ha entrado en un derrotero en el que, obviamente, la nada es la protagonista absoluta: no me pasa nada, nada de nada, ni bueno ni malo, nada… estoy, como dicen en Hungría: <mint a befött (en conserva)>.
He de reconocer, por tanto, que estaba semiequivocado. Mantenerse al margen ciertamente te mantiene al acecho de todas las opciones vitales posibles, pero te mantiene allí, al acecho, no te permite zambullirte en ninguna de ellas, no te permite saborear ninguna de ellas. Es como si estuvieras sentado en una burbuja de cristal en medio de la cocina del Bulli, viendo todos esos platos pasando delante de tus narices, y tú permaneces impasible ante semejante romería de olores, colores, formas… tomando apuntes, estudiando, analizando, juzgando… Pero no sabes a qué sabe ninguno de esos manjares… y tienes miedo de decidirte a probar uno de ellos… pues mientras estás degustándolo, ¿cuántos platos nuevos pasarán a tus espaldas sin que tú pudieras observarlos detenidamente?, ¿y si alguno de esos platos que no has podido ver fuese realmente el que el universo ha preparado para ti, sólo para ti?, ¿y si se te hubiese pasado?, ¿y si ya nunca lo vuelves a ver?, ¿y si lo que has elegido realmente no está tan bueno como pensabas y se te ha escapado el Solomillo al Foie por haberte descentrado con esos -malditos- Espárragos al Roquefort?
Esto no es miedo señores, es terror; terror a ganar.
Otra vez se me he ido. Ahh ya. Que ahora busco estabilidad, pero no consigo proyectar estabilidad, todavía no consigo «ser» estabilidad, para que esa estabilidad que soy atraiga, cual imán, a su homólogo.
Sigo un poco disperso, sigo teniendo cierto miedo al éxito, ya no terror como antes, pero sí, reconozcámoslo, cierto pavor… y, sobre todo, el problema principal: sigo queriendo proyectar desde el ahora algo que todavía no soy. Por lo tanto, dado que todavía no soy estable, no consigo proyectar estabilidad y, en consecuencia, no consigo atraer estabilidad; e ídem a la inversa, dado que todavía soy inestable, sigo proyectando inestabilidad y, en consecuencia, atrayendo inestabilidad, pero como ya no quiero ser inestable más, lo que atraigo me recuerda a lo que ya no quiero ser y lo rechazo rotundamente… por lo tanto, no tengo ni lo uno ni lo otro.
Estoy exactamente en medio de la nada, en el vértice del eje de coordenadas (0,0).
Si soy sincero, os tengo que decir que desde aquí las vistas son fantásticas, las mejores que he tenido nunca, además de ver a los demás puedes verte a tí mismo con la misma objetividad, es brutal, escalofriante… sólo tiene un pero: desgraciadamente no puedes compartirlo con nadie, estás sólo, solos tú y el universo, tú y la inmensidad… con su calma tensa, con su silencio atronador, con su belleza aplastante.
Un saludo a todos. He tardado 8 meses en subir a esta cima, no sé lo que tardaré en bajarla. Aunque, ahora que lo estoy pensando, lo mismo podría construirme aquí una cabañita de barro y paja… lo mismo pasa por aquí otro colgado como yo y nos hacemos colegas, u otra colgada como yo y follamos como leones y tenemos retoños estelares.
La verdad es que las vistas son increíbles.