Manual para encontrarse a uno mismo en el IKEA

Sí, de acuerdo,

sé dirigir personas, generar equipo,

creo que no soy malo haciéndolo. [puta humildad que tanto me afiges]

Pero, el tema de la pena no es ése,

la cuestión es:

¿Qué puedo hacer yo solo sin involucrar a nadie?

Tal vez, el aprendizaje revolucionario de mi actual circunstancia vital sea aceptar que, en realidad, no sé hacer nada solo. Casi todo me cuesta un esfuerzo sobrehumano, inconmensurable,  no tengo más determinación que la espera.

Soy como un guerrero estelar en un claustro sin ventanas, como si hubiera sido llamado a venir a la Tierra sin tener muchas ganas, como si supiera ya todo sobre lo Humano, como si ya hubiera estudiado, analizado y vivido esta especie en todas sus mitos, agonías y pompas, como si ya nada aquí me fuese nuevo y hubiese venido aquí con un único y exclusivo objetivo que sigo sin hallar.

Soy como aquel que entra al Ikea y sabe que su objetivo está delante de la caja de salida, pero para llegar hasta allí tiene que atravesar todas las secciones del hogar, la zona infantil, el restaurante, la vajilla, las almohadas, bordear a la señora que dirige su carro como si circulase sobre unas vías férreas puestas en exclusiva para ella que ondean con un intermitente zigzag entre las hileras de copas de cava a 5 euros la docena… Cuando pasas por los cuadros de Nueva York en blanco y negro, sabes que ya estás cerca de la jungla y después ya solo te queda una carrera de obstáculos en liso hasta los barrotes de caja… Inmediatamente antes del extintor de la derecha de la columna 8 del pasillo D hay una chica que te quiere decir algo al oído, pero no te has fijado porque llevas toda la semana pendiente de esas respuestas que nunca llegan, pero que, si te eres sincero, no necesitas en absoluto para ser tu mismo.

Tu eres tu, independientemente de si los demás son o no ellos mismos.

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