Dejar una ciudad atrás, a las espaldas, es dejar atrás una mentalidad, una forma particular de interpretar y de crear la realidad…
Cuando te dispones a sumergirte en lo nuevo no te das cuenta de hasta qué punto estás atrapado en ciertos esquemas previos y sólo empiezas a patalear cuando te empiezan a hacer sangre del roce.
Dejar atrás una ciudad es cortocicuitar una red de interconexiones neuronales automatizadas y malgastados por los años.
Dejar una ciudad en la que llevabas viviendo 20 años, es como dejar tu trabajo de toda la vida…
Es como si dejas a tu esposo acomodado y te lías con una amiga de tu hija en su fiesta de cumpleaños y te fugas con ella a Córcega a comer queso de búfala…
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Dejar tu ciudad: 45 euros
Dejar a tu madre vivir su vida, salir del vientre materno, romper el cascarón, descubrir que también tienes dos manos, comprender que la vida tiene sus pros y sus contras, empezar a escuchar tu vocecilla interior, aprender a elegir con la conciencia, jurar respetarse y mimarse a uno mismo, gritar tu verdad a los cuatro vientos y que te importe un pijo lo que opinen los otros, que devengas en fluido y flotes entre las energías sin ser alterado, que la vida comience a apremiarte con respuestas a tus sueños, que hayas comprendido y aceptado que todo llega pero todo lleva su tiempo… eso no tiene precio.
Para todo lo demás, Mastercard.
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Volveré! (Es una amenaza!)