Morir es la única salida plausible. Mi bucle se ha recrudecido.
Empieza a volverse insoportable la existencia en este vacío elegido con el que he decidido autocastigarme.
Estoy solo y aburrido. Infinitamente solo e infinitamente aburrido. De la gente, de la vida, de mi mismo.
<¡Haz lo que quieras!, ¡Eres libre!, ¡Busca algo que te llene!>, son las frases con las que aquella hermosa gente que -inexplicablemente- todavía no me ha abandonado por pesado y triste, me intenta alentar para reengancharme a este algo infumable llamada mi vida.
Pero no funciona. Es de agradecer y os doy las gracias chicos y chicas, pero no funciona. Ya no. Hubo un tiempo en que todavía tenía un mínimo resquicio de fe, de que las cosas mejorarían alguna vez, pero me he cansado de esperar.
Tengo 31 años y estoy solo. Mis amigos se han cansado de mi y han hecho nuevos amigos o han decido firmar un contrato de exclusividad y se han echado novio o novia. Yo no.
Yo no sé lo que es eso. No he tenido novia nunca y cuando lo he tenido nunca lo he considerado como tal, lo que obviamente siempre me han echado en cara.
Total, que el balance es que no hay balance. Las chicas guapas e inteligentes empiezan a escasear de manera brutal. Las de mi edad que están solteras están ya demasiado heridas tras sus antiguas batallas emocionales como para atreverse a emprender relaciones satisfactorias, las que son un poco más jóvenes viven inmersas todavía en jornadas interminables de inconsciencia juvenil, y las que son un poco más añejas ya buscan un marido/progenitor con tanta urgencia que destroza el encanto de follar sin condón.
<Noooooo, tío, te estás equivocando, es que no puedes buscar a la mujer de tu vida en los bares…>. Me dicen todos lo que han encontrado a su media naranja en una Biblioteca. Los escucho. Los observo.
La verdad es que sé que es una verdad como un templo, que las relaciones verdaderas nacen de los hobbies compartidos, pero allí es donde las cosas fallan en mi caso… yo no tengo hobbies. Me tomo las cosas demasiado en serio como para que puedan encajar en una categoría tan informal como un hobby.
Me interesa todo en general pero nada en particular, esa es la verdad verdadera. Lo admito. No tengo problemas de sinceridad, tengo problemas de gustos.
Soy un multimillonario asesor imperial al que, por algún motivo, el universo ha castigado con ser pobre y a vivir sin poder en esta vida.
Tengo la solución al 99,99% de los problemas del mundo, de las empresas y del hombre. Lo tengo, de verdad… pero nadie me la pide. Nadie.
Y no existe mayor frustración que saber que podrías cambiar el mundo y que nadie apueste por ti para hacerlo.
Y cuando digo esto, automáticamente saltan todos los listos y me dicen, claro, es que tienes que montar algo tu y empezar a moverte, a venderte…
Suena muy bien, ciertamente. Pero a los consejeros se les otorga el puesto, no son ellos los que envían los currículums para el puesto, alguien los llama y les dice, confío en ti para hacer esto en excelencia. Yo tengo las ideas, las vías, los nichos posibles, soy un emprendedor interno, un verdadero revulsivo de excelencia… Pero no tengo ni un puñetero duro ni tengo contactos en las altas esferas…
Bien, ¿y entonces qué?
Entonces nada.
Entonces, ahora, estoy aquí, sentado, solo y tengo hambre, llevo casi un año sin hacer el amor y mis planticas se mueren por exceso de riego.
Tengo demasiado amor que dar, pero parece que no lo quiere nadie…
Esta frustración, por otro lado, genera un perfume a desesperación en mis glándulas sudoríparas que hace que se culmine el concepto pezquesemuerdelacola y retroalimenta mi imposibilidad de salir este bucle sin malvivir en el intento.
Y así están las cosas a día de hoy.
He decidido no suicidarme todavía. Todavía conservo la esperanza secreta de que algún día remastericen los dibujos de Heidi y sería una lástima perdérselo.