Archivos Mensuales: diciembre 2010

quince días de prueba

Cae aguanieve, +4ºC, leves ráfagas de aire…

>>Aprendizaje clave: No seas demasiado flipao, los flipaos cansan, los flipaos terminan rompiendo las pelotas…

>>Aprendizaje transversal: Las cosas tienen su curso, su monotonía y su estacionalidad, su momento álgido y su caída de bruces… Tiempo al tiempo.

>>Aprendizaje vital: En realidad la única diferencia entre todos nosotros es nuestra frecuencia, nuestro bucle y nuestro devaneo emocional, nuestro ritmo de movimientos, nuestra rutina o nuestro rutinaria negación de la rutina secundada por una oscenamente evidente consecución de actos y manifestaciones rutinarias pero antirutina…

Total, que somos y atraemos las cosas y las situaciones en función de (y gracias a) la frecuencia que emitimos al universo…

¿Frecuencia? Sí, frecuencia… nuestra manera de ser y estar tiene su gráfico bursátil propio, tiene sus semanas buenas y malas, sus rachas de suerte, sus jet lags, sus jornadas interminables, sus proyectos en babia, sus risas contenidas, sus tensiones sexuales, sus momentos de pim-pam-pum y sus momentos de aperreo en el sofá engullendo latas zumo de malta mientras Iniesta combina con Messi o investigando todas las entradas de google que traten sobre los últimos avances en la investigación sobre la Reproducción Asistida Autofecundante en las tortugas galápagos o zambulléndote en la tortuosa y electrizante secuencia vital de Marujita Díaz…

Todas estas cosas, consciente o inconscientemente, engendran (o son fruto de) un perfil de actividad, un vaivén de inputs, un código de altibajos y salidas de tono, un cromograma de índices de suavidad y bravura… un mapa de bucles de frecuencia superpuestos e interconectados, que dictan nuestro previsible baile de energías día tras día…

Bien este baile energético es absolutamente único, personal e innato, es lo que somos en esencia, y esa esencia es la que, en realidad, atrae todo lo que tenemos a nuestras manos…


>>Aprendizaje armónico: A veces hay que rendirse ante la voz de la masa…


>>Conclusión; Para ser feliz, estés donde estés y hagas lo que hagas, la clave es saber mantener nuestra frecuencia personal inalterable, percibir y guardar nuestro ritmo personal dentro de la pulsión colectiva, mantenerse abierto pero firme ante las presiones emcionales externas… y, sobre todo, darle tiempo a la vida para que ponga cada cosa en su debido lugar… proyectando calma, fé y alegría desde nuestro regocijo interno, desde nuestra esencia, pura y vibrante… viva…

San Hermenegildo

Primogénito del rey visigodo Leovigildo, profesa la religión de sus padres —el arrianismo— hasta que, bajo la influencia de su esposa y de San Leandro, Obispo de Sevilla, se convierte al catolicismo. Ante la persecución desencadenada por su padre contra los católicos, le declara la guerra en el año 582. Vencido y hecho prisionero por Leovigildo, muere mártir de su fe en 585. — Fiesta: 13 de abril.

El reino visigodo alcanza su apogeo con Leovigildo, que asocia al gobierno a sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo, con el fin de asegurar la continuidad de la monarquía en su propia familia. Quizá ello fue causa de muchas conjuraciones surgidas durante su reinado, en el seno de la nobleza, las cuales fueron reprimidas con mano firme. Recuérdese que la monarquía visigoda era electiva teóricamente, siguiendo un principio germánico.

Leovigildo era un guerrero afortunado y un hábil político, y no cejó en su empeño.

La aspiración fundamental del gran rey visigodo era la unidad política, y creía que la sola base sólida de ésta estaba en la unidad religiosa.

No andaba equivocado en tal visión; pero sí lo anduvo en el enfoque de la unidad religiosa a base del arrianismo.

Los visigodos vinieron a España arrianos. Ésta fue la gran tragedia de su monarquía y la gran tragedia de España.

La diferencia de religión ahondó y exacerbó la que había entre dominadores y dominados, desde el punto de vista étnico. Los primeros, germánicos; los segundos, hispano-romanos en su inmensa mayoría.

La diferencia de religión impidió la fusión espiritual de los dos pueblos, y aun su simple soldadura.

De haber venido los invasores católicos o paganos, el hermanamiento perfecto se hubiese realizado pronto y fácilmente. Recuérdese la conversión masiva de los franceses en los tempranos días de Clodoveo…

La tragedia se proyectó ampliamente sobre nuestra Historia, la cual hubiese sido muy otra con la unidad católica del reino visigodo, realizada a tiempo, y no con una tardanza y una premiosidad que no permitieron solidificarla y convertirla en muro infranqueable a la invasión musulmana, fruto directo de la fragilidad de la política y de las rencillas intestinas de los godos.

Repitámoslo: Leovigildo —que había dado unos pasos hacia la unidad política sometiendo a los vascones y a los suevos, y estructurando una admirable obra legislativa— se equivocó al querer unificar a la nación en el arrianismo… Perdió miserablemente un tiempo precioso.

En la misma Casa real había una católica: Ingunda, hermana del rey de Austrasia, Childeberto II, que en el año 579 se había casado con Hermenegildo.

En cambio, su abuela Godsuinta, casada en segundas nupcias con Leovigildo, intentó por todos los medios que abrazara el arrianismo, sin éxito alguno.

Para terminar con aquel malestar doméstico, Leovigildo decide que el matrimonio Hermenegildo-Ingunda se traslade a Sevilla, donde el monarca necesita un representante de toda confianza.

Allí los dos vivirán en paz, y quizá ella ceda algún día.

Lo que sucedió fue que Hermenegildo, en la paz familiar y rodeado de una corte adicta, fue penetrando en la auténtica doctrina cristiana.

Su corazón de esposo amante acepta las insinuaciones de Ingunda, que le llevan a tratar frecuentemente con el entonces Obispo de Sevilla, San Leandro. A través de este trato llega al conocimiento de la falsedad del arrianismo, que niega dogmas tan fundamentales como la divinidad de Jesucristo, y la naturaleza de la Santísima Trinidad, viendo cómo la verdad está en toda su plenitud en el catolicismo.

Es entonces cuando abjura el arrianismo para abrazar la fe católica, tomando en su bautismo el nombre de Juan. Mientras tanto, Leovigildo había intensificado sus esfuerzos para conseguir a toda costa la unidad religiosa en el arrianismo. Para ello reúne un Concilio de obispos arrianos en Toledo, que facilita —con el reconocimiento de la validez del bautismo católico— la apostasía, exigiendo sólo la confesión de una fórmula trinitaria herética. Mas como esto no basta para atraer a los católicos, una tenaz persecución se desencadena contra ellos.

En este estado de cosas, la noticia de la conversión de Hermenegildo llega a Toledo, consiguiendo exasperar a su padre que, instigado por Godsuinta, intensifica sus iras para contrarrestar el movimiento hacia el catolicismo que podía seguirse de aquel hecho. Mas todo fue inútil. En la provincia Bética todos los ciudadanos, compactamente, se agrupan en torno a Hermenegildo, en quien ven al defensor de sus ideales religiosos y políticos.

La postura de aquellos católicos se hace belicosa, imponente. El príncipe —aunque seguramente no sin tortura interior— se lanza a la guerra contra su padre. Es la libertad de los católicos en la profesión de sus creencias la que está en juego, muchas ciudades y castillos se han declarado en favor de Hermenegildo, a la vez que sus embajadores buscan la ayuda de los suevos, de los francos y bizantinos, todos ellos pueblos católicos.

Pero Leovigildo no está dispuesto a tolerar la rebelión de su hijo, e inicia una afortunada campaña, conquistando Cáceres y Mérida; y cortando el paso a los suevos y sobornando al general bizantino, deja a Hermenegildo sin una preciosa ayuda, del todo necesaria para sus planes bélicos.

El príncipe se prepara para la defensa; pone a salvo a su mujer y a su hijo en territorio bizantino, y al frente de los suyos resiste heroicamente en Sevilla hasta que, caída la ciudad, escapa a Córdoba, donde se acoge al asilo de un templo.

Parece que aquí es donde interviene su hermano Recaredo, que le ofrece, en nombre de su padre, la conservación de la vida, si se entrega.

Acepta Hermenegildo quien, convertido en prisionero, va a parar a Tarragona, en cuya cárcel es coaccionado para que abrace nuevamente el arrianismo. No cede la firmeza del príncipe, que se mantiene fiel a su fe, muriendo asesinado, en el mismo calabozo, al negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano.

Sucedía esto en el año 585, y no se hizo esperar el fruto de aquella sangre vertida en defensa de la fe católica. Antes de un año, en el 586, fallecía Leovigildo recomendando a su hijo Recaredo que se convirtiese al catolicismo, cosa que hizo inmediatamente.

Y a los cuatro años del martirio de Hermenegildo, todo el pueblo visigodo abjuraba solemnemente el arrianismo, con lo que se conseguía aquella unidad que Leovigildo tanto deseara.

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Fuente: http://multimedios.org

El limpiabotas

No estarás en paz contigo mismo hasta que no puedas mantenerle la mirada inquisidora a todo el que se pasea delante tuya mientras un negro sin techo te limpia los zapatos de piel de serpiente sentado en una terraza del Tontódromo saboreando un gintonic de Hendricks al lado de una modelo de lencería…

Si no te permites disfrutar de la vida nunca vas a estar en paz, nunca vas a ser feliz…

Mientras no empieces a identificarte con los que lo tienen todo, con los que tienen «suerte», con los que están encantados de haberse conocido, con los que exprimen cada experiencia como si fuese la última… mientras no empieces a reconocerte en su espejo, nunca hallarás la paz que tanto anhelas…

Porque, te guste o no, amigo, allí es donde debes estar, allí es donde perteneces…

En la vida, en este planeta, sólo hay dos realidades donde proyectarse: el amor o el odio, el gozo o la miseria, la risa o el llanto, la alabanza o la crítica, el placer o el dolor, la magia o la monotonía…

Tú, solo tú, decides donde, en cual de los planos quieres proyectar tu energía…

Y, no, no se trata de «abandonar» a los necesitados, se trata de aceptar que ellos, de manera consciente o inconsciente, han decidido proyectarse en el plano del sufrimiento y la necesidad…

Ellos, por causas ajenas a tu alcance y voluntad, han decidido, han considerado, que no merecen aquello que critican.

La pregunta transcendental, por tanto, una vez esquivado el remordimiento católico, sería la siguiente: ¿Qué consideras que te mereces tú?

Lo que respondas, lo que elijas, lo que pidas, es lo que se te dará.

Así de claro… así de crudo o así de maravilloso.