Archivos Mensuales: septiembre 2010

(Ya no) Me gustas

Me gusta que te guste lo mismo que a mí. Me gusta.

Me gusta que me sigas la pista. Me gusta que me alabes desde la distancia. Me gusta. Es más, hasta creo que Me gustas.

¿Cuántos Me gustas me has puesto esta semana? Los he contado. El 80% porciento de las cosas que hago te gustan. Parece una tontería, pero te gustan más cosas de mí que a mi novia. Me gusta.

Ya sé que es un discurso anti-Neruda, pero mientras más Me gustas me pones más Me gustas.

¿Quién eres?, ¿Cuándo te he añadido?

Es un despropósito. Yo que me vanagloriaba de escribir un blog para mi mismo, yo que era mi único y ferviente admirador, me he sorprendido escribiendo para tus Me gustas.

Me has hecho valorar tu criterio. Me has hecho publicar cosas que nunca hubiera publicado. Me has hecho olvidar la objetividad. Me has hecho esperar tu aprobación.

Sabes lo que te digo, que ya no Me gustas.

Viva el absurdo. Viva el Facebook. XD

No money no glory

No tengo perras y no tener perras me hace pasarlo de perros. A lo mejor debería adoptar un perro para mejorar mi atractivo de cara a las perras. O cazo un loro y le llamo Curro. O me hago drag queen y vendo mis encantos. O me enrollo con una anciana millonaria. O me pongo a falsificar billetes de 500. O atraco un blindado. O me visto de mísero magullado, me invento un alter ego Checheno y me pongo a pedir al lado de las rumanas en las encaleras de la Catedral. O me pongo a pasar estupefacientes a los trasnochadores. O revendo servilletas en los semáforos. También podría inventarme un sorteo imaginario de una cesta de navidad y ponerme a vender boletos y rezar para que no toque justo ese número en el Gordo. O comprarme un boleto en el Gato Negro y rezar día y noche para que toque. O afiliarme a algún partido político y empezar a vivir del cuento. O disfrazarme de José María Aznar e ir a pedirle un préstamos a Bush por los viejos tiempos. O buscar en las basuras a ver si alguien ha tirado por error su cartera llena junto con el reciclaje de cuero. O ultar un coche y venderlo en Portugal. O inventarme una chirigota de premio. O presentarme al campeonato de lanzamiento de hueso de aceituna. O regalar abrazos en la calle a ver si alguien me devuelve el cambio. O cambiar los billetes de pesetas que guardé para el recuerdo. O sentarme en la calle con mi Olivetti y escribir poemas de amor a las zagalas de 16 años con minifalda. O raptar a la hija de Jesús Samper. O hacerme fotos desnudo y colgarlas en Tuenti…

O, pensándolo bien, también podría ponerme a buscar algún trabajo decente. Joder, ¿como no se me había ocurrido antes?!!

Chomolungma

Vale, vale… no os pongáis arrogantes. Sí, todavía hay cosas que no tengo tan claras como yo creía.

Un maestro de vida me dijo hace poco que nuestro mundo se rige por la mente y, en consecuencia, si la mente no se alinea a la vibración precisa, todo parece costar o ser difícil.

En resumidas cuentas, somos como imanes, atraemos las cosas en función de nuestra frecuencia iónica. No vale la pena quejarse diciendo: es que me pasa esto y lo otro cuando yo estoy proyectando aquello con todas mis fuerzas. Puedes proyectar cuentos chinos; mientras tú mismo no te conviertas en aquello que deseas no vas a dejar de atraer los estos y los otros de siempre.

Pongo un ejemplo y así dejo de hablar con jeroglíficos. Yo, ahora, deseo estabilidad, pero llevo toda mi vida luciendo con orgullo mi inestabilidad. Siempre he pregonado con alevosía mi aparente libertad al no estar atado ni casado con nada ni nadie. Me sentía pletórico al permanecer a un paso de cualquier decisión trascendental, al mantener todas las posibilidades abiertas. De hecho, me compadecía de la gente que ya había cometido la temeridad de decidir algo sobre su vida. Si alguien se echaba novia pensaba, pero tío, si hay millones de zagalas más entre las que podrías encontrar algo mejor, seguro que hay algo mejor, yo seguiré buscando, te demostraré que tenía razón. Si alguien se compraba una casa pensaba, pero tío, si hay millones de ciudades más donde podrías vivir y aún optando por Murcia, hay millones de casas que podrían ser más adecuadas y millones de cosas que podrías haberte comprado con lo que te ha costado esa casa; además, ya te has obligado a ti mismo a depender de un salario para 30 años de tu vida… ¿y si mañana conoces a la que realmente es la mujer de tu vida y te propone irte con ella a vivir a Isla Margarita?

Total: creía que elegir era ir -poco a poco- mermando tus posibilidades, creía que elegir era ir -paso a paso- cerrándote puertas.

Venga, que venga el psicólogo de turno y balbucee el diagnóstico: miedo al compromiso, miedo a equivocarse, miedo a ganar. ¡Miedo a ganar! Al fin y al cabo, si gano mi teoría se va al traste y me quedo sin argumentos.

Bueno, que me voy por las ramas (como siempre). Ahora, tras 8 meses de reflexión profunda y tras 8 meses en los que me he aplicado concienzudamente a cumplir con mi teoría y no he tomado ninguna decisión sobre nada… o expresándolo mejor: tras 8 meses en los que me he ofuscado en vivir de la nada y optar por la nada como decisión… me he dado cuenta de que mi vida ha entrado en un derrotero en el que, obviamente, la nada es la protagonista absoluta: no me pasa nada, nada de nada, ni bueno ni malo, nada… estoy, como dicen en Hungría: <mint a befött (en conserva)>.

He de reconocer, por tanto, que estaba semiequivocado. Mantenerse al margen ciertamente te mantiene al acecho de todas las opciones vitales posibles, pero te mantiene allí, al acecho, no te permite zambullirte en ninguna de ellas, no te permite saborear ninguna de ellas. Es como si estuvieras sentado en una burbuja de cristal en medio de la cocina del Bulli, viendo todos esos platos pasando delante de tus narices, y tú permaneces impasible ante semejante romería de olores, colores, formas… tomando apuntes, estudiando, analizando, juzgando… Pero no sabes a qué sabe ninguno de esos manjares… y tienes miedo de decidirte a probar uno de ellos… pues mientras estás degustándolo, ¿cuántos platos nuevos pasarán a tus espaldas sin que tú pudieras observarlos detenidamente?, ¿y si alguno de esos platos que no has podido ver fuese realmente el que el universo ha preparado para ti, sólo para ti?, ¿y si se te hubiese pasado?, ¿y si ya nunca lo vuelves a ver?, ¿y si lo que has elegido realmente no está tan bueno como pensabas y se te ha escapado el Solomillo al Foie por haberte descentrado con esos -malditos- Espárragos al Roquefort?

Esto no es miedo señores, es terror; terror a ganar.

Otra vez se me he ido. Ahh ya. Que ahora busco estabilidad, pero no consigo proyectar estabilidad, todavía no consigo «ser» estabilidad, para que esa estabilidad que soy atraiga, cual imán, a su homólogo.

Sigo un poco disperso, sigo teniendo cierto miedo al éxito, ya no terror como antes, pero sí, reconozcámoslo, cierto pavor… y, sobre todo, el problema principal: sigo queriendo proyectar desde el ahora algo que todavía no soy. Por lo tanto, dado que todavía no soy estable, no consigo proyectar estabilidad y, en consecuencia, no consigo atraer estabilidad; e ídem a la inversa, dado que todavía soy inestable, sigo proyectando inestabilidad y, en consecuencia, atrayendo inestabilidad, pero como ya no quiero ser inestable más, lo que atraigo me recuerda a lo que ya no quiero ser y lo rechazo rotundamente… por lo tanto, no tengo ni lo uno ni lo otro.

Estoy exactamente en medio de la nada, en el vértice del eje de coordenadas (0,0).

Si soy sincero, os tengo que decir que desde aquí las vistas son fantásticas, las mejores que he tenido nunca, además de ver a los demás puedes verte a tí mismo con la misma objetividad, es brutal, escalofriante… sólo tiene un pero: desgraciadamente no puedes compartirlo con nadie, estás sólo, solos tú y el universo, tú y la inmensidad… con su calma tensa, con su silencio atronador, con su belleza aplastante.

Un saludo a todos. He tardado 8 meses en subir a esta cima, no sé lo que tardaré en bajarla. Aunque, ahora que lo estoy pensando, lo mismo podría construirme aquí una cabañita de barro y paja… lo mismo pasa por aquí otro colgado como yo y nos hacemos colegas, u otra colgada como yo y follamos como leones y tenemos retoños estelares.

La verdad es que las vistas son increíbles.

Fe y cojones

Por fin tengo claro lo que quiero. Por fin proyecto lo que quiero. Ahora toca tener fe y esperar. La famosa espera activa como la denominan los que se denominan filósofos. Yo creo que todos, el que más el que menos, somos filósofos; al fin y al cabo, todo el mundo tiene una opinión sobre algo.

Volviendo a la espera activa, ciertamente, tengo que reconocer que la vida me va dando señales sutiles, silenciosamente bellas, de que algo hermoso está a punto de ocurrir. Me detengo y observo las señales. Las analizo, las valoro… no las juzgo, pues el juicio está prohibido en la espera activa.

Veo las cosas pasar, siento como su brisa acaricia mi cara, siento como su rebufo escandila mis sentidos… ¿será esto?, ¿será ella?, ¿será por aquí?, ¿será por eso que tuve que pasar por eso otro… definitivamente, si no hubiera pasado por esa puerta ahora no estaría aquí…

Todo va tomando forma, todo va tomando cuerpo… todo empieza a tener sentido: cada beso, cada golpe, cada victoria, cada tropiezo… cada eslabón tiene su moraleja mágica y estremecedora, y absolutamente imprescindible para el desarrollo actual de los acontecimientos y para el devenir del devenir.

¿Quiere decir esto que todo ha sido perfecto?, ¿que todo ha tenido su sentido?, ¿que incluso lo malo era necesario para poder contruir el bien?

Uau… si realmente es así, y ahora estoy casi convencido, creo que puedo afirmar que la vida es maravillosa por un lado, y por otro, que la mayor virtud de un ser vivo consciente es la paciencia.

Ya lo decían los griegos: <La paciencia es la madre de la ciencia (de la vida)>…

y la constancia debe ser el padre.

La clave, pues, es definir tu propósito y perseverar y tener fe y perseverar y tener fe y perseverar… contra viento, crítica, tropezón y marea… todo llega, cuando tiene que llegar y cuando tiene que llegar, ni antes ni de otra manera… exactamente cuando se ha alcanzado la alquimia perfecta entre fe y cojones.

Madre mía, quién lo iba a imaginar, fe y cojones, quién podría suponer, creer o esperar que dos conceptos tan antagónicos tuvieran como retoño la felicidad.

Pero entonces… por qué no nos lo dicen al principio, por qué durante toda nuestra vida lectiva (cerca de 20 años en mi caso) nadie nos dijo que era así de sencillo, por qué nos rellenaron la cabeza de valores inocuos y normas absurdas que lo único que han hecho es entorpecernos, desorientarnos y desalentarnos en nuestra andadura… ¿Por qué?!

No tengo la respuesta, tal vez se trate de un complot judío (c0mo espeta mi abuelo) para mantenernos mansos y controlados y así poder quedarse con toda la riqueza del mundo, tal vez se trate de que las directrices morales con las que la Iglesia Católica enderezaba a sus fieles durante siglos se han quedado marcadas en nuestros genes, o tal vez, simplemente, nos dé miedo asumir que la culpa no es de George W. Bush, ni de Al Qaeda, ni de José Luís Rodriguez Zapatero, ni de nuestro eterno y venerado Valcárcel, tal vez hemos vivido tanto tiempo bajo el yugo de las tradiciones, las dictaduras o, actualmente, el papá estado democrático, que se nos pasa por alto la posibilidad de que la solución no tenga que venir de fuera, de que tal vez la solución esté dentro de cada uno de nosotros…

Estremece la posibilidad siquiera de que seamos realmente, totalmente, dueños de nuestro propio destino, de nuestra suerte, de nuestra felicidad…

(No acepto la excusa típicamente hippie e ingenua de que ¿y tú crees que los que viven en la calle y se mueren de hambre también lo desean…? Rotundamente: los que viven en la calle y se mueren de hambre culpan a los demás de su mala suerte y esperan que sean los demás los que los saquen de allí, utilizando un arma tan antigua y rastrera como el chantaje: ¿te doy asco?, ¿no quieres verme acostado en la acera entre cartones mientras tú paseas con tus hijitos bien vestidos? ¡dame perras y me quito del medio! ¡dame perras porque tú tienes que sentirte culpable por ser un afortunado!… Perdone usted: yo no soy ningún afortunado, simplemente no me dedico a esperar que alguién haga algo por mi, sino que he tomado las riendas de mi vida y lo hago YO MISMO por mi, porque sé que soy el único responsable de mi vida y de mi suerte.)

Repetimos… Estremece la posibilidad siquiera de que seamos realmente, totalmente, dueños de nuestro propio destino, de nuestra suerte, de nuestra felicidad.

¡Vamos señores! ¡Fe y cojones! Es simple, tan simple que duele: ¡Fe y cojones!

Amén.