Estaba Pablo mirando densamente el agua del estanque y pensó:
<Algún día en cualquier parte,
en cualquier lugar, indefectiblemente,
te encontrarás a ti mismo, y ésa,
sólo ésa,
puede ser la más feliz o la más
amarga de tus horas.>
(…)
Mientras, Miguel se rascaba el fruncido ceño con su lapicero. Esto es algo grande, se dijo a sí mismo y acto seguido anotó unas frases en su cuaderno de notas:
<Obra de modo que merezcas,
a tu propio juicio y al de los demás, la eternidad;
que te hagas insustituible…
que no merezcas morir.>