El viaje (Secuencia #07)

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Hacer planes es completamente absurdo. Hablo de mi caso y mis circunstancias, es probable y loable que a usted le ocurra lo contrario. Yo tengo que improvisar. Desear, Creer, Esperar y, cuando los acontecimientos requieran de mi empujón, Improvisar; en cualquier otra circunstancia: just wait (Esperar y punto). Puede sonar pasivo pero sólo si se considera, recurriendo a arcanos esquemas mentales, que la paciencia y la templanza son actitudes pasivas. Nada más lejos de la realidad.


He de corregir una cosa: este viaje no es un viaje, creo que se trata más bien de un paseo interior, un recorrido forzoso/gozoso por los senderos del inconsciente.


Empecé este viaje en moto, como postulaban los posts anteriores, lo continué en coche, y creo que lo tengo que terminar a pie, descalzo.


Mi alma se va desnudando a cada paso, como si estuviera jugando al strip-poker con el destino.


Tengo la sensación de haberme quedado atrapado en el tiempo. Creo que sigo en el km. 365 de la AP7. Me he quedado atrapado en ese kilómetro. Es más, realmente es como si a partir de ese divino hito kilométrico mi vida hubiera empezado a ir marcha atrás. Es como si una fuerza superior me obligara a cerrar todos los asuntos pendientes, a curar todas las heridas, antes de poder focalizar nuevos horizontes, antes de permitirme siquiera girar la mirada hacia otro lado.


El mundo pasa en procesión delante de mis morros y no puedo más que emitir gemidos, fruncir los cejos o resoplar entre dientes, es como si algo me hubiera privado de la capacidad de acción, a veces hasta dudo de si los demás, a los que yo observo abecerrado, son capaces de percibirme también o en realidad he muerto en aquel accidente y simplemente soy un fantasma al que, por alguna razón, el universo ha condenado al limbo eterno, para rondar a queridos y odiados, obligado a escuchar y a contemplar las consecuencias de sus andanzas desde un trono de espinas.

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