El nogal

La mente nos ciega.

Nos ciega porque va en disonancia con el ritmo del universo. Imagina que tienes un motor V12 a 10.000 rpm, gruñendo como el Ferrari de Alonso cuando no conseguía pasar un Renault, mientras a apenas 500 metros del circuito un pequeño nogal reunía toda su energía vital para desdoblar su segunda hojita ante el dios Sol para depurar el CO2 producido por la ansiedad del piloto asturiano.

Hace un año planté una nuez en una maceta, lo he regado con mimo, día tras día, le he dicho cosas bonitas, lo he acariciado, he seguido su deambular sostenido y silencioso por estas tierras arcillosas y faltas de alimentos orgánicos, los fines de semana le agraciaba con premios: le arreglaba el cerco, le enderezaba la guía de caña, le rodeaba con estiércol de caballo y le hacía su camita de paja para que almacenase todo el agua del rocío y optimizara el índice de evaporación del terruño que le rodeaba.

Hoy he salido a contemplarlo y estaba como un soldadito valiente aguantando el golpeo incesante de las gotas de lluvia, que para él serían como si a nosotros nos vaciasen piscinas olímpicas encima… pero estaba sonriente, pletórico, como chapoteando, como dando saltitos en el lodo, como si fuese consciente de que aquella agua caída del cielo eran las primeras mensualidades de su plan de jubilación, que como todos sabemos, los árboles tienen que empezar a procurarse en cuanto nacen, pues en las tierras de secano dependen de la bondad humana hasta que no cumplen la mayoría de edad, a los 10 o 15 años.

Total, que observaba al pequeño ser, con su columna escálida y sus dos hojitas mecidas por la brisa, y pensé en la fugacidad de nuestra vida, en que es muy probable que yo me muera antes de que ese enano sonriente se convierta en un árbol de verdad, con su corona, con sus frutos y su sombra… pensé en lo acostumbrados que estamos a salir al súper y comprar una bolsa de nueces, como si las nueces saliesen de una línea de producción y no de un arbolito que tarda 10 años en crecer un metro… pensé en cuán diferente es el ritmo de los humanos del ritmo al que fluyen todo el resto de cosas, animales y plantas que cohabitan este planeta… pensé en el empeño que hemos puesto en los últimos siglos en hacer y demostrar que somos los reyes de la creación y que el mundo rueda y tiene que rodar a nuestro ritmo… pensé en lo equivocados que estábamos y que estamos… pensé y me vino a la cabeza aquello que aprendí en mis cursos de permacultura… que el planeta es un ser vivo autosuficiente que no necesita del ser humano para sobrevivir… que todo seguiría su curso natural si nosotros no estuviéramos también… luego me resbaló una neurona y caí en la terrible posibilidad de que esto -que ha sido una verdad esencial durante siglos- tal vez ya no sea cierta… que ya hemos llegado a un punto de expoltación, alteración y devastación de los recursos y procesos naturales que la madre tierra ya no sea capaz de equilibrarlo todo otra vez sin ayuda externa, sin nuestra ayuda…

Y de repente, me cayó una gota de lluvia sobre la mejilla… salí de mi bucle mental que ya había alcanzado las ruidosas 10.000 rpm y volví a mirar al pequeño nogal… y sentí que todo estaba bien como estaba, que todo era perfecto, que todo era como tenía que ser.

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